Víctor Cardona Galindo
Entre
1967 y 1974, el Partido de los Pobres y su Brigada Campesina de Ajusticiamiento
resistió 16 campañas militares; más de cinco mil de soldados patrullaron la
sierra de manera permanente. La guerrilla de Lucio Cabañas fue la más conocida
de su época y la que más daño causó a las fuerzas del gobierno. Incontables
soldados y policías salieron heridos y muertos en muchos ataques.
La
guerrilla inició un día después de la masacre de campesinos en la plaza de
Atoyac el 18 de mayo de 1967 y terminó cuando el maestro Lucio Cabañas
Barrientos murió en combate contra las fuerzas militares del Estado mexicano en
las inmediaciones de El Otatal, municipio de Técpan de Galeana, el 2 de
diciembre de 1974.
El
cuerpo del guerrillero fue trasladado en helicóptero a las instalaciones del
cuartel militar del 27 Batallón de Infantería en la ciudad de Atoyac, donde se
le practicó la necropsia y fue identificado por la maestra Genara Reséndiz de Serafín,
Ricarda López Alonso, secretaria de la Agencia del
Ministerio Público del lugar y el titular de la misma el licenciado Raúl Orbe
Berdeja, así como el presidente municipal el médico Silvestre Hernández Fierro.
Casi al amanecer
del 3 de diciembre de 1974, los militares arrojaron el cadáver de Lucio Cabañas
Barrientos a una fosa común en el cementerio de Atoyac. Cuando doña Elizabeth
Flores Reynada fue a pedir el cadáver, para darle cristiana sepultura, le
dijeron que ya lo habían enterrado y el presidente municipal la llevó, junto a
un grupo de periodistas, donde lo habían sepultado. Nadie creyó que los restos del maestro
guerrillero estuvieran ahí, porque el morro de tierra que se levantó en la
sepultura fue muy pequeño. Nadie concluyó que lo habían enterrado sin caja,
solamente envuelto en una sábana, por eso para la gente los restos estaban
perdidos y muchos años sus simpatizantes exigieron al gobierno que dijera donde
estaban, otros decían que había pactado su salida con Rubén Figueroa y que
estaba viviendo en Cuba o Rusia. La derecha apostaba que Lucio estaba vivo y
que había vendido el movimiento. La verdad se supo cuando sus restos fueron
exhumados los el 3 de diciembre del 2001.
Ese día
los familiares y seguidores de Lucio Cabañas, que portaban un moño rojinegro, se
presentaron en el panteón municipal de Atoyac donde se presumía que estaban los
restos del guerrillero. Decenas de curiosos se congregaron, desde temprano, en
el cementerio.
A las 10:10 de la mañana personal del Ayuntamiento
de Atoyac comenzaron a despedazar a marrazos, la tumba de Raúl Gallardo Benítez
quien que murió en un accidente automovilístico el 29 de marzo de 1977. Lo
sepultaron, arriba donde se suponía estaba Lucio, por decisión de su tía Elizabeth
Flores Reynada como medida de seguridad para evitar que a alguien intentara
extraer los restos o modificar el terreno. El
ministerio público del Fuero Común de la ciudad, certificó la exhumación del
cadáver de Raúl Gallardo Benítez, sus familiares lo rociaron con agua bendita
antes de que fuera extraído de la gaveta.
Después de dos horas, los restos de Raúl fueron
trasladados a un nuevo ataúd, el que tenía era de madera y ya estaba podrido.
Por segunda ocasión lo enterraron, a varios metros del lugar donde estaba.
Después
de eso, los peritos de la Fundación “Rigoberta Menchú” y personal de la
Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) pudieron iniciar la excavación
a las 12:40 horas.
A las 16:17 horas, los peritos de la CNDH,
dirigidos por Fernando Cervantes, llegaron al metro y 25 centímetros de
profundidad, fue Carlos Jácome, el arqueólogo contratado por la familia Cabañas
Barrientos, quien se topó con un hueso circular. Era el occipital de un cráneo.
Al ver cráneo y la dentadura la maestra Hilda Flores Solís se soltó a llorar.
Minutos más tarde fue apareciendo más pedacería
ósea, rojiza por la tierra húmeda. Terminaba un mito. El cráneo tenía, al
menos, un orificio con restos de sangre seca, como si fuera la huella dejada
por un tiro de gracia. Y también la dentadura aún tenía una amalgama. No había
duda era Lucio.
Como señal de lo encontrado la familia colocó, en
uno de los espacios del cerco, la bandera del Partido de los Pobres, un lienzo
que tiene pintado un fusil y un machete incrustados entre montañas. En el
centro una estrella roja como si fuera el sol.
A las
seis y media de la tarde, el representante legal de la familia Cabañas
Barrientos, Edgardo Canseco reveló a la prensa que se habían encontrado partes
óseas del cuerpo del rebelde suriano, quien estaba sepultado mirando al cielo,
de la quijada desprendida sobresalía un diente de platino. Los restos,
desenterrados parte por parte, indicaron que había sido inhumado en cuclillas y
que había recibido un balazo en el maxilar derecho. Entre los restos se
encontraron clavos de dos pulgadas que tenían la intención de acelerar la
fragmentación de los huesos.
Ante la
presencia de los familiares más cercanos y de algunos representantes de
organizaciones sociales, la exhumación concluyó aproximadamente a las cinco de
la madrugada del día cuatro de diciembre.
Posteriormente
el cuerpo fue trasladado a la casa de la señora Sofía Cabañas Tabares en la
colonia Sonora de la misma ciudad donde se instaló un altar durante algunas
horas. El ataúd que contenía los restos del profesor-guerrillero fue colocado
sobre unas mesas, cubierto por dos banderas la mexicana y la del PDLP.
Por la
noche los restos fueron depositados en el laboratorio de la Escuela
Preparatoria Número 22 de la ciudad de Atoyac, donde los especialistas armaron
el cuerpo y tomaron las muestras para el análisis de ADN que se realizó en un
laboratorio de la UNAM en la Ciudad de México.
Fue hasta
el 12 de agosto del 2002 cuando los antropólogos forenses comprobaron que efectivamente
los restos correspondían al guerrillero, después de hacer las respectivas
muestras de ADN y compararlas con dos de sus hermanos y su hija Micaela Cabañas
Ayala.
Para
comenzar a construir el monumento a Lucio Cabañas, el 16 de noviembre de 2002
derribaron un longevo árbol de tamarindo en la plaza principal de Atoyac. Los
trabajos comenzaron sin el permiso de la autoridad municipal.
Los restos
de Lucio Cabañas estuvieron durante un año en custodia del padre Máximo Gómez
en la Iglesia del Dios Único, de donde fueron sacados el sábado 30 noviembre
2002 para ser llevados a Ayotzinapa y luego a Chilpancingo. Ya de regreso a
Atoyac pasaron por el poblado El Treinta, municipio de Acapulco y por El
Cayaco, municipio de Coyuca –en donde vivió parte de su infancia– para llegar
la noche del domingo primero de diciembre a nuestra cabecera municipal.
En la
Normal Rural de Ayotzinapa escuela en la que se graduó como maestro en 1963, se
realizó un gran acto en el patio del plantel donde se levantó un altar en honor
a Lucio Cabañas y se congregaron representantes de las 17 normales rurales del
país vestidos de negro y con banderas rojas. Los alumnos, integrantes de la
Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México acompañaron con
consignas los discursos de los oradores en ese evento.
Más tarde
unos 500 asistentes, entre estudiantes de diversas Normales de Guerrero,
Morelos, Estado de México y Coahuila; así como líderes de organizaciones de
colonos y campesinos, acudieron al homenaje póstumo al guerrillero que se
realizó junto al palacio de gobierno en Chilpancingo.
A un día
de cumplirse 28 años de su muerte sus seguidores y familiares le rindieron un
homenaje, trasladaron sus restos en una manifestación que salió de la
preparatoria 22 a la plaza pública de Atoyac. Durante la noche del domingo primero
de diciembre se realizó una velada cultural en la plaza Morelos, con la
participación de todas las organizaciones presentes.
Por la
mañana, del 2 de diciembre del 2002, los restos de Lucio Cabañas fueron
llevados al panteón de la comunidad de San Martín de las Flores donde está
sepultada su madre la señora Rafaela Gervasio Barrientos. Allí se montó una
guardia de honor en el panteón ante la presencia de los restos.
Luego los
restos de Lucio Cabañas fueron regresados a la cabecera municipal. En la
entrada de la colonia 18 de mayo de 1967 comenzó la marcha encabezada por la
urna con los restos, pasaron a la escuela primaria Modesto Alarcón donde fueron
recibidos por maestros y alumnos. Después el cortejo partió con los restos para
darle sepultura en el zócalo de la ciudad bajo el obelisco de
ocho metros de altura que en su memoria proyectó el arquitecto Hilario Arroyo
Valadez.
Finalmente,
los restos del legendario guerrillero fueron enterrados en una urna que hizo el
escultor Pedro Zamudio con motivos prehispánicos,
tenía forma de tronco y con tres cabezas de jaguar como soporte. La urna fue
cubierta con una bandera de México. Desde entonces los restos de Lucio
Cabañas reposan en el zócalo de Atoyac.
Dos años
después las organizaciones sociales de izquierda, el 2 de diciembre del 2004, colocaron
la estatua de Lucio Cabañas que esculpió el escultor Jorge Ramírez (de Celaya
Guanajuato) en la fundición de los hermanos Rivero en la Ciudad de México. La
develaron en el obelisco, con la presencia del escritor Carlos Montemayor, el
padre Máximo Gómez Muñoz y la luchadora social Hilda Flores Solís. Desde entonces, el monumento a Lucio
Cabañas se ha convertido en el lugar favorito para las protestas de los grupos
de izquierda. Todos los años, el 18 de mayo y el 2 de diciembre, rendimos
homenaje al líder del Movimiento Armado Socialista más conocido y admirado de
México.
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