lunes, 21 de julio de 2025

Jueves pozolero

 Ese jueves salí a las cinco de la mañana de mi casa, para alcanzar la urvan de la seis, estar a las nueve en Chilpancingo y coincidir con las aperturas de las oficinas.

Ir a la capital es deambular de aquí para allá buscando a los funcionarios con los que se quiere platicar. A las tres de la tarde estaba cansado y las oficinas cierran para comer. Tenía la ultima reunión a la siete de la noche, tomé un lunch y me puse a buscar un lugar donde descansar. Encontré un cuarto barato en un hotel cerca del centro. Me dieron una habitación en el fondo de la planta baja. Estaba todo tranquilo, limpio y fresco. Me dispuse a descansar y dormí profundamente.

Como a las seis de la tarde me despertaron una serie de sonidos: como que le daban con frecuencia a un cajón que no cierra, se escuchaban el chocar de varias chanclas y gritos desesperados. Arriba y a los costados las camas rechinaban. Todo era ruido.

De pronto los sonidos se fueron apagando. Solamente quedó uno muy persistente y constante: Chaka, chaka, chaka, me cambié para salir y seguía: chaka, chaka, casi una hora y no paraba. Lo pensé y al fin me animé. Dije: “voy a preguntarle a ese cabrón como le hace para aguantar tanto”. Ya listo para salir caminé hacia donde venía el sonido ¡oh decepción! El sonido era de una lavadora que limpiaba los fluidos, de energías acumuladas, en una tarde de pozole y mezcal.

El cabeza de perro

 

A mi amigo Maximino Villa Zamora  

El Cabeza de perro es un cerro encantado. Le llaman Cabeza de Perro porque desde una parte del camino, al pasar por Mexcaltepec, la montaña asemeja un perro echado.

En la cima se han encontrado tepalcates y fragmentos silbatos. Para nuestros antepasados fue un centro de culto a las deidades de las lluvias, dice Miguel Pérez Negrete que esas “divinidades que vivían en las cúspides de los cerros prominentes según la cosmogonía prehispánica y se les veneraba para lograr lluvia y buenas cosechas. Los nahuas llamaban a esas divinidades Tlaloques”. Los chaneques pues.



Es un cerro encantado donde se han observado pequeñas bolas de fuego que salen y entran cerca de la cúspide. El vulgo los llama arbolarios, hay quien también dice haber visto una serpiente gigante que brama. Zeferino Serafín nos comenta que en los años cincuenta del siglo pasado se decía que en el cerro Cabeza de perro “habitaba un ser fabuloso que llamaban Sierpe”, es decir una serpiente alada de gran tamaño.

Una familia de El Ticuí solía pasar todos los años nuevos en las faldas de cerro Cabeza de Perro, a orilla de las limpias aguas del majestuoso río Atoyac. Una noche cuando estaban festejando, vieron pasar, entre los árboles que adornan la montaña, una pequeña bola de fuego que volaba río arriba. No tenía ni un minuto que había pasado cuando se escuchó un estruendo que por poco los deja sordos. Suspendieron el festejo y pasaron el resto de la noche en silencio. Al día siguiente, con el amanecer, se vino una monumental parvada de zopilotes que nubló los contornos, entonces los hombres de la familia fueron a donde bajaban los zopilotes. Encontraron esparcidos por el lugar los restos de una gigantesca serpiente verde, parecía que la había destrozado la explosión de una granada, solamente la cabeza y la cola estaban intactas. Los zopilotes se peleaban las vísceras y despegaban sus restos de las piedras a picotazos. La familia no volvió a festejar el Año Nuevo en ese rancho, que abandonaron por la inseguridad abrumó la zona y por lo inusitado de este fenómeno. Nunca habían visto una culebra tan grande. La bola de fuego sigue pasando por el rumbo, hace poco sorprendió a los habitantes de San Juan de las Flores.

Otros dicen que el cabeza de perro es el centro de un volcán, a tal grado que por tanto rumores una comunidad llamada Arroyo Grande fue totalmente abandonada por sus pobladores, porque de pronto se escuchaban rugidos que venían del centro de la tierra.

Dicen los de Mexcaltepec que en el cerro Cabeza de Perro hay unos monos que irradian luz. Un hombre subió buscando riquezas y encontró los monos de luz, cargó uno, pero al avanzar todo se oscurecía, colocaba el mono en su lugar y la luz volvía. Estuvo a punto de desbarrancarse al querer salir con rapidez con un mono de luz. La oscuridad no le permitió ver por donde avanzaba. Por eso nadie los ha podido mover esos monolitos de su lugar y siguen alumbrando. De noche se ven de lejos.

El Cabeza de perro es una de las montañas más grandes del municipio de Atoyac, donde la leyenda dice que está escondido el tesoro del general Juan Álvarez y en cuyas faldas Lucio Cabañas establecía su campamento guerrillero. Se puede subir caminando solamente por la comunidad de Agua Fría.

De la calle 5 de mayo de El Ticuí se ve de frente el mítico cerro Cabeza de Perro, donde hombres valerosos acudieron en el pasado a realizar sus pactos con El Cuera Negra. Ese demonio elegante que recorre por las noches los pueblos a caballo. Se dice que exactamente frente al Cabeza de Perro en las faldas del cerro de La Florida está La Piedra del Diablo.

Francisco Galeana escribió que el cerro está al norte de Atoyac, tiene un aspecto estéril y desértico, no muestra el tono azul como los otros, tiene su faz descolorida. Se ha dicho también que en ese cerro o en la cárcel que encierra su verde selva, existe una hermosa laguna, cuyo encanto consiste en vestirse de multicolor ropaje cuando el sol diluye sus rayos blanquecinos sobre la faz azul de su rostro cristalino.

“Y a la vez, en dicho perímetro abunda lujuriosa floresta, y en cuanto a su fauna hasta el ave del paraíso surca con sus alas medrosas el cielo limitado e impasible. La laguna hechizada tiene de todo y la habitan hermosas ninfas.

Un arroyo grande nace en esta laguna, cuyos bordes según cuentan quienes tuvieron la dicha de experimentar este sortilegio, forman el más bello ramillete de flores exóticas y raras; viñedos cuyas frutas almibaradas satisfacen al paladar más exigente.

Todo este sopor lo sentían quienes en alguna ocasión se aventuraban por esos contornos, pues se cree que es el lugar donde los habitantes de Tecpan, temerosos de las incursiones de los tarascos guiados por su rey Caltzontzin, depositaron sus riquezas en oro y piedras preciosas, tesoro que se cree que existe hasta la fecha.

Un nativo del pueblo de Atoyac, según versiones, entregó al general Juan Álvarez un pergamino, el cual contenía el mapa que señalaba exactamente el sitio donde estaba este encantamiento, con el objeto de que el patricio usara este tesoro para la causa de la Independencia; no sabemos si lo encontró, aunque se cree que no fue hallado y sigue reflejando en determinado tiempo la dorada llama de su existencia”.

Los pueblos de El Salto y Mexcaltepec duermen bajo la tutela del encantado Cabeza de Perro. El Salto toma su nombre por las dos hermosas cascadas que la naturaleza nos regaló y que están a unos metros río abajo. Por su parte Mexcaltepec (los burócratas le pusieron Mezcaltepec) su nombre es de origen náhuatl que significa: En el Cerro del templo de la luna (Meztli: Luna, Calli: templo o casa, Tepel: Cerro y C : En). Nuestros antepasados le pusieron así porque “hay un mes del año que la luna se posa en un cerro que se asemeja a una mesa, y se ubica al Este del pueblo” escribió el ingeniero Federico Lorenzana. Mexcaltepec es el pueblo madre de la cabecera municipal. Ahí se fundó lo que ahora es Atoyac.

(Texto de Víctor Cardona Galindo)

#Atoyacmimatria

domingo, 6 de julio de 2025

Té de manzanilla

Víctor Cardona Galindo

Fue esa vez en Chilpancingo. Llegué al hotel a las ocho y media. “No andes de noche en la capital -me dijeron- está muy violenta por estos tiempos”. Por esa recomendación me fui temprano al hotel. Me encontré una habitación con almohadas y sábanas nuevas, me sentía entre espumas cuando me acosté.

Estaba suave la cama, pero la ansiedad hizo levantarme.

No tenía ganas de escribir, tampoco de leer, la televisión sólo tenía cinco canales, todos aburridos. Nada interesante. Quise dormir, pero sentía la panza llena, muy llena. Me había atarragado de barbacoa de chivo en el mercado central.

Me acordé de que a media cuadra había visto abierto un Café. Dije entre mi: “No me caería mal un tecito de manzanilla”.

Me animé a salir.

La primera calle estaba toda sola, todo cerrado, eran las nueve y media de la noche. Me dio un poco de temor, pero estaba decidido a tomarme ese té. La calle del Café, una calle muy céntrica, por cierto, estaba casi sola, unas pocas almas caminaban al fondo.

En el Café una sola muchacha atendía en el mostrador, no tenía clientes, pedí un té de manzanilla grande y unas galletas de avena con canela. Lo deje enfriar.

Iba a la mitad de mi té, cuando vi, del otro lado de la calle, a un hombre con una bolsa de pechera, barbón, con gorra negra, un suéter de camuflaje, botas y pantalón tipo militar. El hombre, joven, me miraba detenidamente.

De pronto pensé: “Me van a querer levantar, ¿Pero porqué levantarme? ¿Me estarán confundiendo?”, rápido deduje que el hombre tendría sus compinches al doblar la cuadra, por donde yo tendría que pasar necesariamente de regreso a al hotel.

Me acordé de los consejos de mi padre: “Cuando ya hayas recalado a la casa ya no salgas”. “Ya no debí salir del hotel”, pensé.

Ya con miedo me fui tomando el té poco a poco, quería que no se acabara nunca. Mientras, el hombre de la pechera me miraba con insistencia y parecía ansioso. Comenzó a caminar de un lado a otro con pasos cortos.

Le observé la pechera, no pesaba. “Ahí no trae arma”, deduje. Observé su cintura tampoco se le notaba arma. En su caminar ansioso de lado a lado lo vi de perfil. No traía arma. “Pero si es suficiente fuerte para someterme” pensé. Sintiendo un nidito en la garganta, saqué valor de no sé donde y lo miré fijamente, tomé de un sorbo lo que quedaba del té.  Pedí la cuenta, pagué, y decidido di pasos afuera del local, entonces el hombre vino hacia mí, quise correr, pero mi orgullo no me lo permitió, creo que puse la cara de llanto, contuve el grito cuando el hombre casi pasaba ronzándome.

Estaba esperando que acabara mi té para bajar la cortina del local. Supongo que era el dueño.

Me regresé al hotel sintiéndome culpable, por caer en la maldita costumbre de juzgar a las personas por su aspecto.

#UnaSendaConCorazón 

sábado, 28 de junio de 2025

El Chacal

Víctor Cardona Galindo

Uno de los versos del corrido de El Chante Luna dice: “Por ahí le queda un amigo que le dicen El Chacal, cuídate, Nico González no se te vaya a olvidar”.

Ese verso se refiere a Cipriano Ocampo Ríos, El Chacal quien fue un pistolero muy peligroso en la zona de Corral Falso, de él se cuentan muchas historias que hablan de un hombre temible. Lo mató el Ejército, cayó en una trampa en La Palma, una pequeña cuadrilla de las inmediaciones de Mexcaltepec, después de ser traicionado por su propia familia. Se escapó de muchas. Se acompañaba de un perro bermejo que se echaba junto a él; no ladraba cuando estaban escondidos y rodeados federales.

Cipriano Ríos fue parte de la banda de Los Pachucos que se formó bajo la protección del cacique de Corral Falso, Crispín Ocampo. La gente habla de ellos como si hubieran venido de otro lado, pero Los Pachucos eran gente del mismo pueblo, jóvenes nativos, que comenzaron a vestir a la moda. Usaban sobrero pequeño, eran puros jóvenes, borrachos, con dinero y siempre con una pistola Súper fajada en la cintura. Algunos cargaban retrocarga.

La banda estaba integrada por: Roberto y Jesús Bello, Inés Serrano, Raymundo, Jesús El mayate, Jesús El Bocón, El Chicle y Cipriano Ocampo Ríos, El chacal; este último era de Corral Falso, pero hacía vida en Las Peñas y El Limón. Toda esa gamba se concentraba en Corral Falso donde vivía su jefe.

No respetaban a nadie se comían la vaca que les gustaba y cometieron muchos asesinatos; se dice que por orden de Crispín. Entonces comenzaron a llamarle a Corral Falso el pueblo al que “Irás y no volverás”. Gustavo Ávila Serrano escribió una novela sobre el tema “Ahuindo, el pueblo al que irás y no volverás”. 

Al final Los Pachucos se mataron entre ellos.

Todos los habitantes de Corral Falso tenían que “mocharse” con Los Pachucos, dijeran ahora, había cobro de piso. Se robaron carretas con bueyes por eso se enemistaron con la familia Diego de El Tomatal. Ellos mataron a uno que le decían El Aparecido y a Silvino Villegas lo pasearon por el pueblo y después lo mataron. Se decía que cuando Los Pachucos iban a matar a alguien, Crispín Ocampo lo “vinueteaba” temprano.

Cuando el cacique se sentaba en el corredor de su casa a tocar su violín, entonces comenzaba la psicosis en el pueblo “¿Quién se irá a morir?”.

De los asesinatos ocurridos en Corral Falso no había investigaciones, ni siquiera actas de defunción porque Crispín controlaba las autoridades del Registro Civil.

Una noche hubo una tragedia, cuando Adelaida Durán se casó con Santos Noriega. Se acabó la boda, y en la noche cuando estaban recogiendo todo, el pachuco Roberto Bello tiró con el cerrojo a una puerta cerrada y le voló la chiche derecha a la novia que ya estaba dentro de la casa. Ahí quedó muerta.

Eran los principios de la década de los cincuenta, del siglo pasado, cuando los vecinos se reunieron y se fueron al puerto de Acapulco para hablar con Miguel Z. Martínez, era el general de la 27 zona de Acapulco. Se fue un grupo encabezado por Darío Pinzón, Herminio, Apolinar Ramos fueron a denunciar a Los Pachucos. Dicen que el general les dijo: “yo les voy a dar las armas, pero ustedes van a poner los huevos”. Desde entonces comenzó a llegar el Ejército.

Entonces por la noche le quemaron las huertas a la familia de Crispín. Todo el barrio se iluminó porque ardían las huertas de la parte sur. Sus enemigos lo expulsaron del pueblo. Cuando abandonó el pueblo entonces les cobró a todos los impuestos de las tierras que él venía pagando puntualmente. Regresó al pueblo con Baltazar Reséndiz para quedarse a vivir, pero la gente no lo aceptó. Cuando mataron a Rosalío Ramos Gómez el ya no estaba, pero quedaba su familia en Corral Falso.

Darío Pinzón fue el comisariado ejidal que sustituyó a Crispín Ocampo.

Expulsado ya Crispín, sin el poder que sostuvo por más de 30 años, comenzó la cacería de Los Pachucos, el que más guerra les dio fue El Chacal, hasta que los soldados le tendieron una trampa en La Palma, en las inmediaciones de Mexcaltepec y lo mataron. Se había refugiado en la casa de su hermana Concepción Ríos que era mujer de Honorato Mesino. Ahí fue a parar, ahí lo mataron. Si hijo de crianza José Peña iba en la expedición y le lloró.

El Chacal había nacido en Corral Falso, era chaparrito pero muy valiente, la gente le tenía mucho miedo, se robaba a las muchachas más bonitas, a pesar de llevar una vida temeraria hizo vida con Basilia Perdomo Solís, La Maye; quien tenía ya a sus hijos Fermín Gallardo Perdomo, Francisco y José Peña.

Un día en El Limón, El Chacal acostado en la hamaca, le estaba dando consejos a José Peña, pero salieron mal y este le voló la mano de un machetazo. El Chacal alcanzó a disparar su pistola y le rozó la frente. Rafael Radilla, un ganadero de Boca de Arroyo, le mandó a poner una prótesis a El Chacal.

José huyó a El Naranjo municipio de la Unión se fue mucho tiempo y regresó nada más para sumarse a los militares que buscaban a El Chacal para matarlo.

A Fermín Gallardo, hijastro de El Chacal, lo ejecutaría la policía de Caballero Aburto en El Charco Largo el 13 de septiembre de 1957 “Adelantito de Alcholoa a pasar por Charco Largo, mataron un gallo fino, se llamó Fermín Gallardo”, dice el corrido.

miércoles, 4 de junio de 2025

Uno de los grandes caciques de Atoyac

Víctor Cardona Galindo 

El poeta y líder político Crispín Ocampo Bello nació en Corral Falso municipio de Atoyac, el 25 de octubre de 1902, falleció de un infarto en la Ciudad de México a los 79 años y está sepultado en el panteón de Dolores. Fue fundador del ejido de Corral Falso en 1931 y comisariado ejidal por más de 15 años, entró en 1934 y dejó el cargo hasta 1949.

Fue un cacique muy poderoso, porque además era comandante de la Reservas Rurales desde Petatlán hasta Pie de la Cuesta. Fue suplente del líder agrario Feliciano Radilla, por eso llegó a ser diputado federal por la Costa Grande y diputado local por el IX Distrito en la XXXIV legislatura del estado.

Crispín nació en Corral Falso pero sus raíces fueron de Técpan y Santa María. Era hijo de Pedro Ocampo Sevilla de Corral Falso y de Francisca Bello Radilla de Técpan de Galeana. Tuvo como hermanos a: Regino, Petra, Librado, Prócoro, Elena, Paula y Bartolomé. Comenzó sus andanzas políticas muy joven, en 1922 fue comisario de Corral Falso por primera vez.

Se casó en los Estados Unidos con la señora Severiana González, al enviudar, su segundo matrimonio fue con Josefina Pinzón Salas del Primer Arenal con ella procreó a: Crispín, Rosa y Gloria, ésta última vive en la ciudad de México. Las hijas de su primer matrimonio: María de los Ángeles y Elena Ocampo González viven en San Diego California.

Crispín era alegre y buen músico compuso una canción titulada: “Arroz con pezcao” y le trovó un hermoso poema a Técpan de Galeana. Incluso llegó a grabar un disco. Era gordo, blanco y muy preparado. Militó en el Partido Comunista Mexicano, incluso recibía revistas de la Unión Soviética, pero más tarde se cambió al PRI. Trabajó muchos años en la Ciudad de México en la central campesina de ese partido. Crispín expropió más de 100 hectáreas de tierras a la familia Nogueda y las repartió de una hectárea a quien no tenía parcela.

Su casa de la Ciudad de México era donde llegaba la gente que iba a curarse. Al principio trabajó muy bien e hizo obras para el pueblo, pero su gente se le salió de control y formó la banda conocida como Los Pachucos, que hizo mucho daño en los alrededores. Sólo escuchar el nombre de la banda causaban terror.

Crispín imponía a los comisarios municipales que quería, controlaba el correo, el telégrafo y el teléfono que se instaló en 1940 en esa comunidad. En Corral Falso se tenía la creencia que cuando Crispín Ocampo salía a tocar el violín al corredor de su casa, ubicada en la calle principal, era una orden para que Los Pachucos salieran a matar.

Cuando tocaba vinuetes, se escuchaba en todo el pueblo y la gente comentaba con asombro: ¿Quién se irá a morir?

De acuerdo con los datos de Marcial Calderón Godoy, don Crispín Ocampo era de tez blanca, cabello ondulado, ojos cafés claros; de 1.78 metros de estatura, fornido; sobresalía entre la gente costeña por su buen porte que, al decir de los que lo conocieron y trataron, parecía un gringo. Usaba chamarra, chaquetín y botas tipo militar… el overol (overall) clásico en los trabajadores obreros y agrícolas estadounidenses; fue autodidacta. A pesar de las limitaciones educativas de su época, cultivó la poesía y la música, aprendiendo a tocar varios instrumentos musicales como el acordeón, la guitarra, el violín y la mandolina.

Fue amigo de otros líderes agraristas como Florentino Gallardo de Zacualpan, Gregorio Sarabia de El Humo, los Zamora de Hacienda de Cabañas. Estaba emparentado con los Cabañas de San Vicente de Benítez, la señora Pascuala Ocampo Ríos esposa del coronel agrarista Pedro Cabañas Macedo era su prima.

Fue a principios de 1937 cuando se organizó el Noveno Batallón del cuerpo de Defensas Rurales (Reservistas), por el mayor del Ejército Alberto Orbe Domínguez quien nombró comandante de la primera compañía a Toribio Gómez Pino y días más tarde el general Joaquín de la Peña nombraría a Crispín Ocampo comandante de la segunda compañía.

Un hecho muy sonado fue el pleito que sostuvieron los líderes Reservistas contra la familia Cortés de Cacalutla. Se dice que Raymundo, Agripino, Francisco e Isidro Cortés querían deshacer la colonia agrícola Juan R. Escudero y formar una defensa armada que actuara a su favor.

Al salir electo como presidente municipal de Atoyac Isidro Cortés García, quien tomó posesión el primero de enero de 1937, Crispín Ocampo y Toribio Gómez se unieron con el comercio local y llevaron a cabo un mitin frente a la casa del profesor Modesto Alarcón, acto que estuvo dirigido por Canuto Nogueda Radilla. “Los manifestantes intentaban poner a Rosendo Galeana Lluck como presidente municipal”, dice Wilfrido Fierro Armenta en la Monografía de Atoyac. No lograron su objetivo Isidro Cortés siguió en la alcaldía.

El 3 de abril de 1937 la policía de Cortés asesinó a Arnulfo Vargas comandante de las reservas rurales. Debido a este hecho los jefes reservistas Toribio Gómez y Crispín Ocampo se movilizaron para poner sitio al Palacio Municipal, pero el Ejército intervino salvando al presidente municipal, después el gobernador lo destituyó nombrando en su lugar a Feliciano Fierro.

Isidro Cortés García al ser depuesto fue detenido en el Palacio Municipal por fuerzas federales después de ser balaceado por fuerzas reservistas en la sierra en abril de 1937. El gobierno del estado argumentó que lo depuso por haber cometido delitos del orden común.

Con la deposición del presidente las cosas no terminaron. Las intrigas continuaron por eso el 7 de junio de 1938 los reservistas al mando de Toribio Gómez y Crispín Ocampo atacaron en Cacalutla a la familia Cortés donde murieron Raymundo, Francisco y Antonio Cortés García.

Doña Ceferina Pino recordaba que los reservistas de Toribio Gómez se unieron con los de Tenexpa, Nuxco y El Quemado para atacar a Isidro Cortés en Cacalutla. “Las casas de ese pueblo eran de palapa y murieron en ese ataque Mundo, Celerino y Francisco. Isidro Cortés se salió vestido de mujer. Culparon de los hechos al líder agrarista Feliciano Radilla por eso tuvo que salir a la ciudad de México después del ataque”.

Crispín Ocampo fue revolucionario agrarista, peleó al lado de Valente de la Cruz Alamar y de Feliciano Radilla Ruiz por eso al convertirse en diputado federal, este último, se lo llevó como suplente.

Cuando Feliciano era candidato a senador fue asesinado, el 8 de febrero de 1940, por el sicario Antonio Nogueda, en el hotel México, de la ciudad de Chilpancingo. El asesino actúo por órdenes del gobernador Alberto F. Berber, quien estaba a favor de los terratenientes y era enemigo declarado del agrarismo.

Al morir Feliciano, Crispín Ocampo fue diputado federal. Los Nogueda también se la tenían sentenciada a Crispín porque repartió las tierras del general Santiago Nogueda Radilla, él mismo se quedó con una parte de esas tierras, con la huerta del general. Las cosas fueron a la brava. Perfecto Nogueda tenía un destacamento de soldados en su casa, la gente de Crispín los atacó y le mató tres soldados. Entonces se vino el reparto de tierra.

Crispín Ocampo era muy amigo de Elio Ceja el jefe de correos en Atoyac. Tenía una gran amistad con Nabor Ojeda Caballero y con el difunto gobernador Caritino Maldonado Pérez.

En los tiempos de Crispín cuando alguien quería vivir en Corral Falso se les investigaba y se llamaba a una asamblea. El cacique tuvo la idea de alinear al pueblo. A los que estaban atravesados les quitaba las casitas y les daba terrenos en la parte de atrás. Tenía muchos enemigos, pero también mucha gente que lo quería.

Fue un maestro para sus hijos y para sus sobrinos, a quienes les decía que saludaran a todos y sin importar que la gente nos les hablara, ellos deberían ser amables. “A mal tiempo buena cara”. Dejen que les digan.

“En Atoyac era oficial del registro civil Gregorio Sarabia, cuando un hombre llegó y en el escritorio colocó una pistola súper que se veía azul. Traía una camisa guayabera manga larga blanquísima. Era Crispín Ocampo el hombre fuerte del bajo”, así los recodaba don Alberto Nava.

Marcial Calderón Godoy, escribió un texto que le denominó: “El cuche del gobierno”.

“Por el año de 1945, siendo el presidente de México el General Manuel Ávila Camacho, según lo que me narraron o relataron los señores Donaciano Patiño y Bartolomé Calderón Godoy, respetables ciudadanos de esta localidad, el comisario ejidal, Don Crispín B. Ocampo, convocó a los ejidatarios de Corral Falso a una asamblea general, para tratar entre otros asuntos del orden del día, la donación por parte del gobierno federal, de un ejemplar porcino para el mejoramiento de la cría de cerdos para la comunidad haciendo que el pueblo se comprometiera en su manutención y cuidado, siendo aceptada por la mayoría de los asistentes. Narran estas personas que el puerco en cuestión era grande, impresionante por su estatura y corpulencia de la raza “jersey” de un color rosado. Así que a éste marrano lo cuidaba y atendía el propietario de la marrana con la que se quería mejorar su cría, y así sucesivamente, a este porcino la gente lo conocía como “el cuche del gobierno”, pues cuando éste quería comer, la gente que tenía en la calle asoleando coco se lo daba para que comiera, en ocasiones entraba a las casas y derribaba el tambo del nixcome, nadie podía correrlo o ahuyentarlo so pena de que alguien lo denunciará con las autoridades de pueblo, por eso mejor lo dejaban que comiera hasta saciarse y así evitarse los problemas que tendrían que enfrentarse en caso de un maltrato al llamado Cuche del gobierno.

Hubo personas que se turnaron tantas veces que puede ser que en la actualidad aún se puedan conservar algunos ejemplares en Corral Falso, Boca de Arroyo y el Cerrito”.

martes, 3 de junio de 2025

A Técpan de Galeana

Poema de Crispín Ocampo Bello

 

Ya amarillean las espigas
de la cruz hasta badén
los campesinos se ven
llevan bejucos y vigas
del arroyo la botija
para hacer un batalán
en la isla de Tetitlán
unos llevan su machete
otras tarecua y tranchete
a La Vinata y al plan.
¡Qué hermoso se ve el tular!
todo de verdes colores
patales con muchas flores
de la laguna hasta el mar
se ven palomas volar
las garzas en espirales
zanates y tinguiliches
las parvadas de pichiches
zarcetas y patos reales.

Qué alegre está el caserío
batalanes y enramadas
es un pueblo en la cañada
del tamarindo hasta el río
parece feria del gentío
unos vienen otros van
con chiquihuites de pan
bandejas de arroz con leche
conejos en escabeche
y gallinas en pipian.

Qué sabrosa es la comida
a la sombra de un timuche
arroz frito con cuche
con chilitos a mordidas
de mi mente no se olvidan
las tirinches de empanadas
las cazuelas de enchiladas
queso y arroz con pescao
los buñuelos con melao
las chicayomas asadas.

¡Que exquisito es el pozole!
en la tierra de Galeana
los huevitos de la iguana
las camaguas en atole
los nejos con queso y mole
empanadas de camote
camarones con elote
del arroyo del Juquiaque
los chorizos con tomate
nacatamales grandotes.

Las papayas del cerrito
plátanos de Tetitlán
las panochas de coatán
los nanches y los pericos
del cerro que huele a chicos
como mangos del metate
el mamey, el aguacate
toronjas de san miguel
de las ramas de un cajel
en mi hamaca de soyate.

Las guayabas de la playa
ciruelas dulces del Súchil
los icacos y guamuches
y los robalos en talla
de arriba de la canoa
y yo sentado en la proa
en la boca de la barra
con una alegre guitarra
cantándole a Papanoa.

Mi canto lo lleva el viento
henchido de cosas bellas
la luna, el sol y las estrellas
atado en el firmamento 
se llevan mi pensamiento
hasta la tierra que añoro
que por ella canto y lloro
a los tiempos que ya pasaron
que muy pronto se olvidaron
con el alma lo deploro.

Esos tiempos de añoranzas
ya pasaron a la historia
nunca olvida mi memoria
a San Bartolo y sus danzas
esto es digno de alabanzas
el palenque y el fandango
todo se perdió en el fango
ni mi pueblo está completo
ya no encuentro a mamaleto
ni tampoco al “güero lango”.

sábado, 15 de marzo de 2025

Dioses de la Costa Grande

Víctor Cardona Galindo

La Costa Grande de Guerrero es parte de una región natural denominada “Tropical Baja” que va por el océano Pacífico desde el norte de Sinaloa hasta el Istmo de Tehuantepec y la Costa Chiapaneca.

Según los vestigios arqueológicos, los seres humanos llegaron a la Costa Grande hace más o menos cinco mil años. Se habla de que los cuitlatecos o cuitlatecas habitaron la región desde el año 2 mil 500 antes de Cristo hasta el siglo XVI. El caso de Xihuacan, en Soledad de Maciel, cuya ocupación viene desde el preclásico, pero colapsó por el año mil 350 después de Cristo tras una inundación. Se dice que la ciudad fue arrasada por un tsunami.

     Mariposas en Las Granaditas

En tiempos prehispánicos la Costa Grande era conocida como Cuitlatecapan “Señorío de los cuitlatecas”. Cuando vinieron los mexicas a invadirnos formaron, en la misma demarcación, la provincia tributaria de Cihuatlán cuya cabecera estuvo en San Luis de la Loma, por eso el río que divide a los San Luises se llama Cihuatlán. Cuando llegaron los españoles formaron la provincia de Zacatula. Ya a finales del virreinato era conocida como tierra de los Galeana familia que hasta la fecha sigue siendo dueña de la región. En los tiempos de la insurgencia la Costa Grande se convirtió en la primera zona liberada por las tropas del generalísimo José María Morelos y Pavón.

Desde los tiempos de los misioneros españoles los principales santuarios espirituales se establecieron en Petatlán y Técpan. En Petatlán se adoraba a San Pedro y a finales del siglo XIII apareció la imagen conocida como Padre Jesús de Petatlán a que la gente llama Papa Chú, que es representación de una de las tres caídas que padeció el nazareno rumbo al Monte Calvario. En Tecpán se venera a San Bartolomé Apóstol que también es una fiesta muy grande.

La tradición dice que los cuitlatecos adoraban a un Dios patrono que se llamaba Nenepiltatapach Tecuhtli que según algunas fuentes el nombre significa: “Señor de la lengua áspera” y lo pintaban en piedras, había unos ancianos que servían de sacerdotes, de los cuales uno que era casto y respetado, durante cuatro años no salía, todo el tiempo estaba en el templo, al servicio del ídolo. Ofrecían a su Dios inciensos y mantas. No está claro si había sacrificios humanos.

La evidencia arqueológica demuestra que la Costa Grande nunca estuvo aislada de las grandes culturas Mesoamericanas y del Occidente, por eso no podemos dudar que uno de los dioses de los cuitlatecas fue Tláloc “el néctar de la tierra”, una de deidades más viejas nacidas en una cultura antiquísima como fue la olmeca y también Xipe Tótec “nuestro señor desollado” relacionado con la primavera y el maíz. Algunas voces dicen también que el lagarto era un animal sagrado para los pueblos de la Costa Grande.

En la Soledad de Maciel (Xihuacan) que es el principal centro ceremonial localizado en Guerrero, fue encontrada una piedra con la imagen de Tlaltecutli, la diosa de la tierra, que también representa la vida y la muerte. Una cancha grande y un tlachtemalacatl un arillo de piedra que se usaba en los juegos de pelota de los antiguos mexicanos. Este deporte era también un culto al sol representado en la pelota de hule que se usaba en la disputa.

Entre otros vestigios se encontró también un idolito que representa a Tepeyóllotl “corazón del cerro” una deidad ataviada de felino, del jaguar sagrado, que es una advocación de Tezcatlipoca, portando el collar de caracoles de Quetzalcóatl. Este dios, de forma paralela a Tláloc, se asocia a la fertilidad de la tierra por su relación directa con el agua.

Dice el arqueólogo Miguel Pérez Negrete que “los poderes y potestades de Tepeyóllotl quedan expresadas al sumarse con el señor de la noche, los animales, el trueno, el temblor, el retumbo del cerro y como devorador de humanos; sus fauces eran las cuevas por las que se accedía al inframundo”.

En los estudios arqueológicos realizados en la Costa Grande se han encontrado cerámica de tipo Olmeca, teotihuacana, tolteca y zapoteca, estelas importantes como el aro de juego de pelota de Técpan. También el hombre pájaro de Villa Rotaria de influencia teotihuanaca y zapoteca.

El Rey de la Chole es un sacerdote gordo, que se le relaciona con Tláloc y tal vez también con Xipe Tótec que según los arqueólogos fue el dios patrono de Xihuacan.

Se ha localizado cerámica sellada durante el clásico tardío, en el que representan rostros de ancianos, que quizá se refieran a una deidad vieja como Huehueteotl dios del fuego o el Cocijo oaxaqueño, dios zapoteca que representa la lluvia y la agricultura. También se han encontrado figurillas de pasta fina que representan deidades como Tláloc y Huehueteotl. Hay muchas caritas de niños y de las llamadas “mujer bonita” estilo San Jerónimo. En Santo Domingo se han encontrado hachas de cobre. Lo que demuestra que los habitantes de esta región ya trabajaban ese tipo de meterial. Por eso los llamaban “Los hombres del metal”.

En Atoyac por los vestigios arqueológicos encontrados un centro de poder importante estaría en las inmediaciones de Corral Falso otro el Tlacolulco muy cerca de Los Valles, también en la Gloria y en El Paraíso. Aunque se sabe que en la Costa Grande ninguna de las jefaturas de los caciques llegó a consolidarse como estado inicial o secundario. Por eso los aztecas encontraron a los pueblos sin ningún ejercito que los defendiera.

Dice el arqueólogo Rubén Manzanilla López que, durante el Clásico, al consolidarse los grupos de poder teocrático, irrumpieron los elementos de origen teotihuacano y zapoteco, en la Costa Grande, como formas de prestigio y de justificación ideológica del ejercicio del poder.

Durante el estudio que hicieron Miguel Pérez Negrete y Hans Mark de la Vega en La Gloria se encontró esculpida en una piedra una planta de maíz a manera de árbol cósmico y cuatro piedras más en las que nuestros antepasados representaron plantas de maíz. En elemento “La Quinceañera de don Cuco”, se halló un elemento que se identificó como una planta de maíz a manera de árbol cósmico. “Aquí se encontraron rastros de que algunos peones, que venían de La Montaña a la corta del café, le prendían veladoras a lo que, pensaban, era una representación del Dios de maíz”, me comentó un día José Aguilera.

La piedra de los tigres hace pensar en Tepeyóllotl, el jaguar dios del cerro y en Tezcatlipoca. En La Gloria moraron ancestros para quienes el jaguar era un animal de poder, un ser mítico que legitimaba a los gobernantes. Por los vestigios encontrados se puede inferir que La Gloria era considerado por sus habitantes como el centro del mundo.

El culto solar está bien marcado en la Sierra Madre del Sur, con la piedra de los soles en Santo Domingo, la representación del astro rey en Los Planes y El Naranjo sitios muy cercanos a El Paraíso, La piedra Pintada, Piedras Grandes y en la piedra del sol en El Río Chiquito.

Llamó mucho la atención la piedra de las mariposas que se robaron en El Paraíso y las mariposas esculpidas en Las Granaditas, para los antiguos mexicanos las almas se convertían en mariposas, principalmente la de los guerreros muertos en batalla.

En toda la extensión de la Costa Grande y principalmente en Atoyac se encuentran pequeñas horadaciones hechas en piedras, “tehuacallis” se llaman, se les utilizaba para desangrarse o colocar la sangre de animales sacrificados, principalmente codornices y tórtolas. También para poner a evaporar el agua de mar y producir sal.

En Piedras Grandes también se encontró una representación del jaguar. El hombre del maíz es el petrograbado más grande del estado de Guerrero, mide 4.20 metros de largo. Aquí se le otorgan atributos humanos a la planta del maíz, una planta sagrada. Otro petrograbado que representa una planta de maíz en Piedras Grandes, la gente decía que era una extraterrestre.

En nuestra selva, en las inmediaciones de Los Valles y San Juan de las Flores abunda ese zacate conocido como Tripsacum que es un ancestro del maíz. Los científicos dicen que de esa planta evolucionó el maíz. Con su cultivo las sociedades nativas hicieron que creciera la mazorca.

Está implícito también el culto al agua con innumerables espirales que hay en la sierra, los más conocidos son El Caracol, una piedra en Puente del Rey y las líneas onduladas en La Pintada.

En un recorrido que hicieron los arqueólogos Hans Mark de la Vega y Miguel Pérez Negrete por las inmediaciones de Puente del Rey se encontraron figuras cinceladas en piedras, conocidas como caritas de cerro, que son representaciones de Tláloc. Además, se encontraron piedras redondas que son conocidas como San Marquitos o cuentas de Tláloc. Lo que nos dice que también Tláloc fue dios de los cuitlatecas, que al igual que los otros grupos mesoamericanos creían vivir en la era del Quinto Sol.

En piedras grandes hay múltiples representaciones en rocas del planeta venus, que se le relaciona con Quetzalcóatl y Xólotl.

En los vestigios arqueológicos se han encontrado en la sierra prevalecen malacates para hilar algodón, metates relacionados con la elaboración de masa para la producción de tortillas. Por ejemplo, la cerámica encontrada en Piedras Grandes tiene influencia tolteca, de Posclásico temprano, entre 950 y mil 350 después de Cristo. Estamos ante una influencia tolteca en esta parte de la sierra donde habitaba la gente de metal cuitlatecas y tepuztecas.

Lo tepuztecos se extinguieron a los pocos años de la conquista; los cuitlatecos sobrevivieron hasta la primera mitad del siglo pasado. Se han encontrado navajillas de obsidiana gris, herramienta de corte, debido a que no había cuchillos de metal, que pudo haber venido de Michoacán. Piedras Grandes fue un santuario del tiempo y de las deidades acuáticas. Y muchos conceptos de su cosmovisión fueron transmitidos por los toltecas.

Encontramos que los antiguos costeños adoraban al sol, la luna y a venus, entidades del agua y la fertilidad. Tláloc tenía su morada en lo alto de los montes, donde se formaban las nubes. Los antiguos creían que en todos los montes altos había un representante de Tláloc. Un Tlaloque.

Es a Centeótl dios del maíz a quien sacrificaban aves, principalmente codornices y tórtolas. Eso puede explicar la presencia de muchos tehuacallis a lo largo de nuestra tierra.

A raíz de la llegada de los españoles la gente cambió a Xipe Tótec por San Bartolomé y Padre Jesús de Petatlán. Mientras que Tláloc se convirtió en el Señor Santiago. Recordemos que cuando había sequía, en Río Santiago, bañaban la imagen apóstol para que lloviera.