Víctor
Cardona Galindo
Toribio
Gómez Pino, fue personaje central en la historia de Atoyac durante el siglo
pasado. Fue querido, temido y odiado, su existencia va de la realidad a la
leyenda. Su vida fue la intriga y las armas. Sus enemigos le temieron hasta el
final por su extraordinaria puntería al disparar. Cuando la guerrilla de Lucio
Cabañas lo condenó a muerte tenía 80 años, se dice que denunció a mucha gente,
incluso a su propia familia. La sentencia no se cumplió él falleció de muerte
natural.
Toribio Gómez Pino |
Toribio
Gómez Pino nació el 16 de abril de 1892 en la ciudad de Atoyac. De sus orígenes
se sabe que su abuelo Pioquinto Gómez era del Arenal de Gómez y estaba casado
con Josefa Pino. Entre sus hijos nació Asunción Gómez Pino quien casó con
Ambrosio Galindo, de esa unión nació Fortino Galindo Gómez. Pero al quedar
viuda Asunción hizo vida con José Isabel Peralta el papá de Toribio, pero éste
al crecer tomó los apellidos de su mamá y se firmaba como Toribio Gómez Pino,
así se le conoció cuando fue presidente municipal de Atoyac en 1947.
Estaba
emparentado con las dos familias más numerosas de Los Valles. Pues con Fortino
Galindo Gómez eran hermanos de madre y con los Peralta era hermano de padre.
Por eso los Galindo y los Peralta lo escoltaban armados hasta San Andrés de la
Cruz donde tomaba una camioneta para viajar a Atoyac. En Los Valles se le
conocieron tres mujeres: una que se apellidaba Dionicio, Josefa Villa y doña
Gumersinda la última.
Vivía
en un extremo de Los Valles y en su huerta de café, en Monte Colorado, al norte
del ejido, tenía una casa de dos pisos que le hizo la gente del pueblo. También
tuvo una huerta chiquita de café en Las Patacuas, cerca de la de su hermano
Fortino Galindo Gómez.
Conocí
a Toribio Gómez mediante las historias que mi madre María del Refugio Galindo
contaba. Por ejemplo decía que en la
parcela de Toribio brotaba un venero, siempre estaba húmedo y se formaban unos
charcos. La milpa se daba completa, los mapaches no entraban a comerse los
elotes, los jabalíes no aparecían. No había ni tuzas. Las plagas no existían
para el hombre fuerte de Los Valles.
No era nada mágico, lo que pasa es que domesticó desde
chiquita una masacoa. La tenía debajo de un frondoso árbol donde brotaba el manantial,
le hizo un pequeño toro con techo de
cartón. “Ahí se pasaba la serpiente que creció mucho -dicen los que la vieron- que
medía seis metros de largo y bramaba como becerro”. Hubo quienes la encontraron colgada de un guayabo o alrededor
de una mata de plátano y al ver esa boa tan grande corrían despavoridos, porque
decían que devoraba seres humanos.
Toribio todas las tardes le llevaba carne para que se
alimentara. Jamás se supo que se comiera alguna persona. Pero si un mapache,
tejón, conejo o jabalí se desbalagaba no salía de la parcela. Con el puro vaho
se bajaba de los árboles las chachalacas y las ardillas. Dicen que una vez con
el puro hálito llamó a un venado que llegó solo hasta donde estaba enrollada en
una mata de plátano y se lo comió. Alguien dice haber visto cuando únicamente
se le asomaban las patas al pobre animalito. Otros iban más allá en sus
comentarios, decían que se comía los becerros que pasaban por el camino cerca
de la milpa.
La vida
de este personaje me interesó, por las tantas balaceras en las que participó y
salió vivo. Cuando me puse a investigar encontré que Toribio Gómez vivió tantos
años porque sus enemigos le tenían miedo a su certera puntería y su habilidad
para manejar la pistola, todavía ya de viejo algunas mujeres decían a sus hijos
que le querían ajustar cuentas, “Toribio como Juan Ponce, donde disparan le
meten toda la carga de la pistola a una persona”. Por eso lo respetaban. Una
vez en una competencia con militares, en la que se rifó una botella de mezcal,
le pegó a una cajetilla de cerrillos desde lejos, después el capitán con el que
apostó lo quería matar, no aceptaba haber perdido.
Otra
vez llegó un capitán a Los Valles y le dijo: “don Toribio, dicen que usted es
bueno para pegar con pistola”. Toribio contestó “nomás tantito”. En eso iba
pasando un gallo de esos que tienen el pescuezo pelón. Así como iba corriendo tras
las gallinas le disparó y le voló el pescuezo. Entonces el capitán comentó:
“Usted siempre será don Toribio Gómez”.
El
viejo revolucionario se sentaba todos los días en el corredor de su casa. Un
día estando acostado en la hamaca, llegó un pistolero, llamado Toño El Loco, para matarlo, pero Toribio
lo alcanzó a ver y le dijo –Que vas hacer muchachito-. El pistolero –contestó-
nada don Toribio solamente venía a venderle esta pistola, y temblando se la
mostraba. Pero Toribio -le dijo -¿que no estará mejor esta hijo?, y le mostró
una vieja pistola calibre 45. El pistolero retrocedió con la arma de fuego en
la mano y corrió, perdiéndose entre el monte que estaba alrededor del pueblo y
se fue. Nunca se supo quién lo mandó.
Toribio
Gómez Pino, quien en realidad se llamaba Toribio Peralta Gómez, desde muy joven
construyó su leyenda, a sus 19 años participó en la toma de Atoyac el 26 de
abril de 1911, bajo las órdenes de Timoteo Fierro apoyando a Francisco I.
Madero. Luego junto con Felipe Reyes concurrieron a numerosas acciones de armas
durante la revolución. Y años más tarde con el grado de teniente concurrió a la
toma de Acapulco en 1918 cuando unidas las tropas mariscalistas con las
zapatistas atacaron el puerto.
Participó
en el famoso combate de la cumbre que se dio el 13 de julio
de 1918 mismo que comenzó a las 10 de la mañana y duró todo el día, donde los
mariscalistas y zapatistas derrotaron a las fuerzas federales encabezadas por
Rómulo Figueroa. Peleando al lado de Silvestre Castro García, El Cirgüelo, Toribio Gómez acrecentó su
fama porque en un enfrentamiento a cuchilladas, mató a un soldado yaqui en el
combate de San Jerónimo el Grande y le quitó un cinturón de cuero de víbora que
conservó por mucho tiempo.
Toribio
era alto, moreno y fornido. Una vez se vio envuelto entre la tropa yaqui que
vinieron a combatir a El Cirgüelo y
se confundió entre ellos. Como recuerdo sus amigos le hacían una chanza que le
seguiría toda su vida, le decían que se parecía con los yaquis. Al indultarse El Cirgüelo Toribio siguió combatiendo
al lado de Timoteo Fierro hasta que se rindieron o murieron los principales
líderes de la revuelta.
Toribio
Gómez también se levantó en armas junto a Feliciano Radilla y Alberto Téllez,
incluso iba entre los escogidos para sacar a Juan R. Escudero de Acapulco.
Después durante muchos años perduró su amistad con doña María de la O. También
participó con los agraristas en el combate de Petatlán el 23 de enero de 1924 y
después durante la revuelta de El Plan de El Veladero formó parte del estado
mayor del general Amadeo Vidales Mederos, por eso tuvo una participación destacada
en el combate del Morenal que fue el 28 de octubre de 1926 donde los vidalistas
prácticamente acabaron con un batallón de federales.
Después
de la revolución se quedó a vivir en Los Valles donde cultivaba las parcelas
que le tocaron después del reparto agrario. Pero en la década de los treinta
fue nombrado el jefe de los guardias rurales de toda la región. “Tenía
comandancias por todos lados. Salía a recorrer los pueblos donde era el jefe de
armas”, recordó la tía Enriqueta Galindo. Los rurales vestían de beige y Toribio siempre andaba con un
pelotón de gente armada. En el recuerdo quedó que una vez salió con su gente y
por el rumbo de San Vicente de Benítez le mataron a tres de sus soldados entre
ellos a Crispín Martínez.
Fue a
principios de 1937 cuando se organizó el noveno batallón del cuerpo de defensas
rurales, por el mayor del Ejército Alberto Orbe Domínguez quien nombró
comandante de la primera compañía a Toribio Gómez Pino y el de la segunda
compañía Crispín Ocampo fue nombrado por el general Joaquín de la Peña días más
tarde.
Un
hecho muy sonado fue el pleito que sostuvieron los líderes reservistas contra
la familia Cortés de Cacalutla. Se dice Raymundo, Agripino, Francisco e Isidro
Cortés querían deshacer la colonia agrícola Juan R. Escudero y formar un
defensa armada que actuara a su favor.
Al
salir electo como presidente municipal de Atoyac Isidro Cortés García quien
tomó posesión el primero de enero de 1937, Crispín Ocampo y Toribio Gómez se
unieron con el comercio local y llevaron a cabo un mitin frente a la casa del
profesor Modesto Alarcón, acto que estuvo dirigido por Canuto Nogueda Radilla. “Los
manifestantes intentaban poner a Rosendo Galeana Lluck como presidente municipal”,
dice Wilfrido Fierro Armenta. No lograron su objetivo Isidro Cortés siguió en
la alcaldía.
El 3
de abril de 1937 la policía de Cortés asesinó a Arnulfo Vargas comandante de la
reservas rurales. Debido a éste hecho los jefes reservistas Toribio Gómez y
Crispín Ocampo se movilizaron para poner sitio al palacio municipal, pero el
Ejército intervino salvando a Isidro Cortés García, después el gobernador lo
destituyó nombrando en su lugar a Feliciano Fierro.
Isidro
Cortés García al ser depuesto fue detenido en el palacio municipal por fuerzas
federales después de ser balaceado por fuerzas reservistas en la sierra en
abril de 1937. El gobierno del estado argumentó que lo depuso por haber
cometido delitos del orden común.
Con la
deposición del presidente las cosas no terminaron. Las intrigas continuaron por
eso el 7 de junio de 1938 los reservistas al mando de Toribio Gómez y Crispín
Ocampo atacaron en Cacalutla a la familia Cortés donde murieron Raymundo,
Francisco y Antonio Cortés García.
Doña
Ceferina Pino recuerda que los reservistas de Toribio Gómez se unieron con los
de Tenexpa, Nuxco y El Quemado para atacar a Isidro Cortés en Cacalutla. “Las
casas de ese pueblo eran de palapa y murieron en ese ataque Mundo, Celerino y
Francisco. Isidro Cortés se salió vestido de mujer. Por eso después de ese
ataque Feliciano Radilla a quien culparon de los hechos se fue a la ciudad de
México”.
Luego
se vendría otro acontecimiento, el 15 de noviembre de 1940 el teniente coronel
Raymundo Cacho Peña comandante del 59 batallón de reserva depuso a todo el
ayuntamiento constitucional del municipio de Atoyac de Álvarez Guerrero “valiéndose
de la fuerza federal que se encuentra destacamentada en dicho lugar y acatando
órdenes del gobernador del estado, quien desea tener elementos incondicionales
en los Ayuntamientos para poder imponer como candidato al gobierno del estado a
Francisco S. Carreto”.
El
presidente depuesto el 15 de noviembre de 1940 fue Rosendo Nogueda a quien los
militares quitaron para poner a Antonio
Ayerdi. “Viejos reservistas como Toribio Gómez participaron en esa deposición.
Secuaces del gobernador Berber son Toribio Gómez y Mónico Aquino, quienes se
han encargado de hacer la labor criminal de dividir al campesinado de la región
habiéndose ganado ya a los campesinos de la zona cafetalera”, informaba el 3 de
diciembre del 1940 el profesor Graciano Sánchez presidente del Confederación
Nacional Campesina al secretario de gobernación. Se decía también que los
campesinos de Atoyac opositores a Toribio Gómez apoyarían a Rafael Catalán
Calvo.
Meses
más tarde un enfrentamiento entre dos familias cimbraría el municipio. Ese
pleito comenzó cuando Sixto Reyes mató el perro de la familia Mesino quienes
llegaron a reclamar y se dieron de balazos. Los hechos fueron en el lugar
conocido como Los Tamarindos en la parte norte de la Ciudad de Atoyac donde
murieron Juan, Cristóbal y Catarino Mesino y de los Reyes murieron Ambrosio y
Enrique.
De
esos hechos Miguel Hipólito compuso un corrido cuyo primer verso dice: “Al
pueblo en general /yo les vengo a noticiar /las desgracias que pasaron /en el
pueblo de Atoyac… Por la calle derecha /sucedieron las matanzas /por esa
entrada de la sierra /calle de Emilio Carranza”.
El
cronista por excelencia de Atoyac Wilfrido Fierro Armenta escribió el 29 de abril de 1941. “Se registra un sangriento encuentro
a tiros entre las familias Mesino y Reyes a consecuencia de la muerte de un
perro. Los hechos tuvieron lugar en la Av. Juan Álvarez Norte de esta ciudad,
en la que resultaron muertos don Catarino Mesino y su sobrino Juan del mismo
apellido, así como los hermanos Ambrosio y Enrique Reyes y herido gravemente
Sixto Reyes”.
Se
dice que en este pleito Toribio Gómez tomó partido por los Reyes. Por
eso los Mesino que eran originarios de El Camaron y también fueron
revolucionarios vidalistas la agarraron en su contra y lo atacaron dos veces en
Los Valles.
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